09 Feb POESÍA CHILENA: SEBASTIÁN NÚÑEZ TORRES

En contingencias despojadas de épicas mesiánicas o en actualidades secuestradas por la tecnocratización deshumanizante del mercado, surge la voz de este poemario cuya fuerza gravitante no solo denuncia las seguridades fatuas sobre las cuales se ha construido el paradigma del despojo y la precariedad, sino que también instala el poder de la palabra como un acto imprescindible de exorcismo y transmutación. Sin transar con la blanda delicadeza de algunas manipulaciones despolitizadoras del lenguaje, la palabra de “Las arpas rotas” es categórica en su anuncio: el derrumbe radical de la cosmovisión parásita es condición necesaria para la regeneración de las formas. Es por ello que el lenguaje se torna necesariamente portentoso, se tuerce y se quiebra en una quemazón del signo, no da tregua a la evidencia de la alienación escandalosa de nuestros tiempos, se alza en un ímpetu proporcional al desastre cuyo disfraz escabroso promete una felicidad que debe comprarse o una comodidad que garantiza los sustentos del engaño.
Sebastián Núñez y su palabra deploran la tibieza: la actual inercia del consumo devorador requiere de lenguajes que devoren la mudez a la que nos han destinado las elegantes modalidades de la hegemonía. “Las arpas rotas” llama a una subversión que se inicia y termina en una ardiente poética devenida en acción transfiguradora, por cuanto la acción que acusa y desbarata porta la rebelión de los signos. Entre el neorromanticismo de la nostalgia invocada y el barroquismo apocalíptico de las denuncias definitivas, este poemario prefigura una nueva épica que visibiliza los reversos del poder en la estética de su destrucción: las cuerdas generan el sonido transformador solo cuando se desgajan del arpa, y el arpa emite el más alto de los sonidos cuando quiebra sus cuerdas. En las hazañas del derrumbe, Sebastián Núñez revela la belleza furiosa de los insurrectos y sustituye la desolación de la humanidad por la ira de quienes dentro de la palabra fraguan el fuego de las visiones. “Las arpas rotas” se hunde en las mitologías nuevas de la rabia, ahí tiembla y hace temblar, levanta su aullido irreversible, y nos revela de manera rotunda que quien conoce la belleza es siempre un poeta presenciando la ruina.
Preludio
Como aquellos infelices
que a los pies del Vesubio
ignoraban la ruina,
viajando como forajidos de ningún lugar
en el lomo de estoicos buses, orugas rechinantes que se arrastran
a través de los intersticios de la columna vertebral de la noche.
En las metrópolis cae la sombra totalitaria
y tiembla la bondad de los pusilánimes
los sin nombre, corderos devorados en una corte de lobos,
parias de la relativa tolerancia a la presencia exasperante
¿Por qué seguimos sin decir nada en este delirio?
Detenidos ante la puerta
con la dudosa intención de habitarnos,
reclamando un puñado de hojas secas
o cualquier palabra
que sosiegue el hambre del vacío.
Occidente, luces decrépito
cuando te arrodillas a beber
en tus riberas desoladas.
Entre las cúpulas del ocaso
se desmoronan los siglos
que te ignoran. Y estás solo
en tu festín, en tu hecatombe
de miradas vacías
en la mesa donde ya nadie
volverá a responder
el llamado de la madre.
¿Quién será la diosa de los mercaderes planetarios?
¿Qué esfinge seducirá legiones de narcisos
cautivos en los fractales de vidas caleidoscópicas?
Leviatanes de la estulticia que se ahogaron
en el pantano del éxtasis digital
mientras el viento barría su letargo
de hojas secas marchitando
en los rincones del espacio y el tiempo.
Apatía, déjame descansar al menos
bajo el dosel de la ventana
donde la amada ha rechazado
la plegaria del ruiseñor. Háblame
antes que el silencio se convierta
en el grito de lo inútil.
Ebrios de miradas desafiantes y puños levantados,
al borde de autopistas con el sol burlesco en las espaldas,
en los intersticios de noches pétreas, demencia,
luz gestándose en el útero del neón
en parques bajo el aliento cansado de faroles
y la danza de semáforos en las orquestas de la esquizofrenia.
En las calles de la Gran Ciudad, esquivando estampidas
de automóviles, sulfuraciones de claxon como latidos
en el corazón congestionado del vértigo.
Tendencia
De nuevo el viento cierra las puertas
empecinado en quedarse solo en los cuartos.
El viento, es el viento que desordena
la cabellera de los siglos
cuando se rompen las crisálidas
y pasan aullando las horas postergadas.
Tú escribes obituarios o palabras
que duelen antes de pronunciarse.
Pero hoy te digo que olvides
las rutas conocidas del sosiego
y que no cometas el error de Orfeo
de mirar atrás,
pues iremos tan lejos
que nos adelantaremos a la causalidad
y los hechos ocurrirán antes que los motivos.
Tú que permanecerás dormida
en las corrientes abisales
como el detritus de dioses condenados,
nosotros que seremos otro engrane
en la trama de los teseractos
con el sol reverberando
en las orillas de un sueño irrescatable.
Legítimas cavilaciones
¿Qué anuncia
lo anunciado?
¿Lo que se nombra
la parodia del axioma
o la pantomima reluciente
en los espejos de nada?
¿Los bullicios de
un concurso de ruidos?
…en la nada
cansa la cascada*
Declaración
Antigua benefactora de mis delirios,
yo quise abrazarte
y terminé despedazado
en el fondo de los días.
Si insistes en que pronuncie
alguna especie de juramento,
haré una inflexión neorromántica
y diré: tal vez estamos solos
como el juguete roto
que un niño dejó en el patio
junto a su infancia oxidándose en la maleza.
Mientras la tarde se desgarra,
cuando el crepúsculo anuncia
el exilio de los pájaros,
te extraño porque sí.
Porque la memoria insiste
como un liquen aferrado
al torso de las piedras.
NOTA BIOGRÁFICA
Sebastián Núñez Torres (Santiago de Chile, 1984) Poeta, docente e investigador académico. Licenciado en Lengua y Literatura en la Universidad Alberto Hurtado. Magíster en Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación. Actualmente es candidato a Doctor en Literatura en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Miembro fundador del grupo «Vórtice», que organiza lecturas y encuentros poéticos en la región de Valparaíso. Ha publicado El bosque de los ausentes (2015) y Las arpas rotas (2020).
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