22 Ene LXS CUERPXS OTRXS EN «EXPERIMENTOS ACERCA DE LA REPETICIÓN DE LOS DÍAS» DE NATALIA FIGUEROA, POR CAMILA ALBERTAZZO

La lectura de Experimentos acerca de la repetición de los días me llegó de refilón un día, en un café en el centro de mi ciudad natal. Circularmente, como sucede en el mundo andino, Natalia Figueroa (1983) traductora, escritora y doctora en Literatura, también es oriunda de La Serena, Chile. Habiendo leído ya su libro “Una mujer sola siempre llama la atención en un pueblo” que obtuvo el premio a la Mejor Obra Literaria publicada en poesía 2015 en Chile, no dudé un segundo en comprar su nuevo libro, exhibido en el escaparate de mi librería favorita. No me equivoqué, por supuesto.
Y es que la territorialidad en el poemario de N. Figueroa está presente como si fronteras corporales, territoriales y animales no existieran. En el texto se rompe, entre otros, el binomio sujeto/cuerpo que forma parte de la modernidad occidental; es decir; el sujeto deja de limitarse a una frontera material (el cuerpo animal o el cuerpo de agua, pedazo de tierra, etc.) para integrar, en esa liminaridad, la materia de lo que le rodea.
Así es como N. Figueroa logra cartografiar un cuerpo migrante que, dúctil como el agua muy presente en sus versos, se adapta y paraleliza situaciones que nos aparecen como pequeños disparadores poéticos: un pingüino muerto en una playa, un guanaco que llora, un perro poderoso.
Sugieren estos poemas una corpoterritorialidad que incluye, además, este instinto animal que fabula desde la imagen totémica. Cada animal nombrado en el poemario sugiere un comportamiento humano, pero también una pulsión vital, de vida o de muerte, presente en los cuatro apartados. Particularmente más abundante en referencias, la pulsión de muerte que podemos observar en sus versos nos invita a naturalizar los procesos vitales, a meterlos dentro de este gran landscape, esta gran fotografía panorámica, para observar desde fuera esta exposición de lxs cuerpxs, sin fronteras que limiten su identidad.
Lo dicho anteriormente permite que se configure un hablante lírico polifónico pero individual al mismo tiempo.
Ahora bien, desde Aristóteles hasta Butler y pasando por Merleau Ponty o Foucault, el cuerpo físico ha sido objeto de análisis, lo que nos referencia la pregunta acerca de cómo conocemos el mundo y la clásica respuesta: a través de los sentidos. Hoy sabemos que hay más de una sola respuesta. La disyuntiva que toca tangencialmente el libro de Figueroa no pretende cerrarse ni darnos ninguna respuesta a esa pregunta, de hecho, la voz lírica misma nos dice “no hay que atar nudos en el paisaje continuo/ no hay poemas resueltos” (64), pero, si sugiere una nueva configuración de la corporalidad como el medio líquido que nos mueve, es decir, nos promete una forma gnoseológica más abierta de tocar el exterior a través de la liberación del canon binomial occidental.
Esto podemos observarlo magistralmente en el texto “poema escrito con la mano izquierda” en el que luego de diversas imágenes como “Cuando el ave vuelva a caer en el paisaje/ Cuando el director de esa orquesta suelte la batuta/ cierre los ojos/ y disfrute” (31) nos prepara para soltar el control panóptico y hegemónico, por naturaleza, del poder. Aquí el cuerpo vuelve a transfigurarse, esta vez en concepto biopolítico, recordándonos que sólo a través del quiebre se resiste “cuando el pianista vuelva a perder su mano/ y aún así persista en tocar/solo con su mano izquierda,/oraré por mi/porque dejé de creer” (31). De este modo la poeta va trazando esta idea de soltar y abrir señalada en versos como “pocas veces escribió con todo el cuerpo/ una partitura” (32) una idea de efimeridad y cinetismo presente en todos los cuatro apartados del poema, tal como los cuatro apartados del mismo poemario, otro espejo.
A este cuerpo-dispositivo múltiple y polifónico se le suma la fluidez con que la voz poética va marcando la clave de género, versos en los que se reivindica el lugar silenciado de una comunidad lesboresistente, de manifiesto en poemas como “La huida” en donde se lee: “una mujer escapa […] cuando su dedo entra por el ano de su amada, de su mente desaparece la desesperación” (25). Es este poema, escrito en prosa y casi rayando en lo narrativo, un texto que representa bien el alma del libro: Una voz poética resistente, el cuerpo líquido que transmuta en paisaje, los paisajes que se repiten y mezclan.
Los muros del centro de experimentación de una ciudad extraña se funden con otro espejismo de ciudad que “ya le es familiar” (ídem) y reconoce los muros del “Centro” que perfectamente pueden ser los muros del centro de La serena, que constantemente va fusionando con otros paisajes. Esto podemos observarlo en las líneas:
“Se aleja de la ciudad, camina por un lugar que le es familiar, avanza y, reconoce los muros del Centro, y su pasado regresa repentinamente: esos juegos mentales a los que fue sometida. Presiente que si continúa será capturada, avanza, es capturada, entra a la celda, llora. Ahí está prohibido llorar. El vigilante se lo hace pagar caro” (25)
Esta referencia a la idea del castigo y la vigilancia, que además encontramos más adelante en poemas como “Hermano” o “Del Repertorio de mis pesadillas”, se apoderan de las imágenes sencillas que encontramos en otros poemas y van organizándose desde el dolor. El cuerpo castigado por el poder hegemónico y, me aventuro a definir, además, patriarcal falogocéntrico, encuentra en pequeños gestos como llorar, cortar una palta o darle sepultura a un animal, una fisura por donde liberar energía, por donde escapar.
En conclusión, Natalia Figueroa en Experimentos acerca de la repetición de los días ha compuesto un mosaico de imágenes politexturadas que le dan a la voz poética la polifonía suficiente para abrir el cuerpo binomio hacia otras materialidades, localizando paisajes, pulsiones y sexo como fronteras otras qué recorrer y posicionándolas como puertas de sentido que permitirán a lxs sujetxs conocer el mundo. La importancia de un libro como el de Natalia Figueroa radica en la necesidad urgente de permitir a estas voces salir más a menudo. La resistencia de nombrar lo que históricamente ha sido silenciado, la posibilidad de nuevas formas de concebir las fronteras es también una metáfora bien lograda respecto a los actuales problemas de lxs sujetxs migrantes que son expulsados de sus propios países ya sea por la guerra, la pobreza o la precariedad y que van disolviendo esa identidad primera para configurarse en este cuerpo infronterizado que se fusiona con los paisajes y el movimiento. Es fundamental la lectura de Experimento acerca de la repetición de los días puesto que pone en tensión las identidades, los paradigmas y su arraigo en nuestro inconsciente, desatando, como todo buen libro, más preguntas que respuestas.
La gran huida
Una mujer escapa del centro de experimentación. Tiene miedo, Corre, llega a una ciudad, consigue un trabajo, conoce a una chica, la ama, y de su mente borra el tiempo anterior, y de su mente desaparece la violencia. Cuando su dedo entra por el ano de la amada, de su mente desaparece la desesperación.
Eso creía.
Se aleja de la ciudad, camina por un lugar que le es familiar, avanza, reconoce los muros del Centro, y su pasado regresa repentinamente: esos juegos mentales a los que fue sometida. Presiente que si continúa será capturada, avanza, es capturada, entra en la celda, llora. Ahí está prohibido llorar. El vigilante se lo hace pagar caro.
Poema escrito con la mano izquierda
I
Cuando el disco al que presté tanta atención
se trabe y reír de mi me alivie más
que contemplar esa sinfonía
– aunque nada supere los minutos que tarda el sol en ocultarse
y esas líneas de distintos colores trazando el cielo-
Cuando el ave vuelva a caer en el paisaje
Cuando el director de esa orquesta suelte la batuta
cierre los ojos
y disfrute
Cuando el compositor regrese apenado
porque su obra no satisfizo al intérprete
Cuando el intérprete se de cuenta
de la genialidad de esa partitura
escrita para la mano izquierda
-mientras el cielo deja los rojos
y se imponen azules y grises-
Cuando el pianista vuelva a perder su mano
y aun así persista en tocar
sólo con su mano izquierda
oraré por mí
porque dejé de creer
II
Sin nuevos comienzos ni proyecciones
sólo seguir escribiendo
y si algo tiene que venir, que venga
si no, quedará así
sólo mantiene el lápiz
aunque la mano al pisar corre la tinta
III
Alguien hurga en mis muebles
encuentra papeles oxidados
de estas manos salió una música clara
como el color del cielo
al refractarse la luz del sol
IV
Como su mano derecha no da más
como su mano derecha agotó los recursos
sólo trucos para dominar una técnica como a un perro
tomar su otra mano
admite que pocas veces se fijó en ella
que pocas veces escribió con todo el cuerpo
una partitura
una dedicatoria secreta
una nota sencilla de amor
un poema
un relato que solo la naturaleza destruye.
Medusas en la orilla
Plegadas a la tierra se ensanchan y contraen.
Una mujer las observa junto a un niño
introduce una vara en una de ellas, la da vuelta,
—Deben ser poco evolucionadas, opina,
y la deja ahí
mirando por sus cientos de ojos la tierra, el cielo,
las olas que en la noche la arrojaron — volverán tarde
a otro ser acercarse, recostarse junto a ella
a un par de ojos mirando los suyos
mientras expira.
Dicen que los guanacos lloran cuando van a morir
Sé que es cierto
en la cordillera llevé a una cría conmigo
– habíamos matado a su madre-
tenía una pequeña herida en el cuello
la alimenté
comencé a sentir afecto por ella
se alejó al tercer día
la llamé
no respondió
la seguí
se había tirado en el pasto y de sus ojos
caían lágrimas
como las de mi abuelo al contar
esa historia de sus años de arriero
por el comedor pasa un pequeño guanaco
mientras tomamos un mate
demasiado dulce
Ceremonia
Traje un perro a punto de morir
comido por pulgas y moscas.
Le corté el pelo
limpié con asco su hocico.
Dormía cerca del fuego
gruñía si lo quería apartar
rehusé ponerle nombre
me gustaba su mirada dura
darle comida y que no lo agradeciera.
Ya recuperado devoró al chincol
que venía a mi jardín.
Al levantarle la voz respondió
con un potente ladrido
me obligó a bajar la vista
su cuerpo robusto
fácilmente me habría derribado.
En la madrugada comencé a tocarme,
sentía mi propio olor.
Sin darme cuenta el perro entró,
de un salto se puso encima mío
imponente
los ojos fijos.
Al otro día ya no estaba.
Es invierno otra vez, es tarde.
Si miro hacia el fuego
después de un rato, veo su rostro.
NOTA BIOGRÁFICA
Natalia Figueroa (La Serena, Chile, 1983). Poeta, Licenciada, Magíster y Doctora en Literatura por la Universidad de Chile. Su libro de poemas Una mujer sola siempre llama la atención en un pueblo (Das Kapital, 2014; Liliputienses, 2017) obtuvo el premio a la Mejor Obra Literaria publicada en poesía 2015 del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile. Editó Tierra incógnita (2012), una muestra de la poesía de escritores vinculados a la ciudad de La Serena, y fue directora de la revista de literatura y política 2010. Ha traducido desde el griego moderno Diarios de exilio (Cuadro de Tiza, 2015) y Canción de mi hermana (Bordelibre, 2016), ambos de Giannis Ritsos.
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