22 Mar ENTREVISTA A JORGE POLANCO: TRAS LOS PASOS DEL LIBRO DESAPARECIDO

La primera vértebra fiel a su criterio de libertad de expresión y de creación, publica esta entrevista para darle voz a un escritor silenciado con una demanda de propiedad intelectual. Nos referimos al escritor chileno Jorge Polanco, autor del ensayo «Juan Luis Martínez: poeta apocalíptico». Con ustedes compartimos las nueve preguntas que le hicimos.
1. ¿Cómo llega a ti la obra de Juan Luis Martínez?
La primera vez que observé La nueva novela fue a partir de unas fotocopias que vi en la universidad, y luego, a través de Pancho Sazo, profesor guía de mi tesis de pregrado en filosofía, quien me la regaló. Es una historia que cuento en el ensayo: el libro venía con una hoja suelta, por problemas de mi ejemplar, y en un encuentro de estudiantes de filosofía lo asimilé al gesto de Derrida, donde hay que insertar una hoja al libro. Como nadie tenía La nueva novela, y hasta el día de hoy es difícil de conseguir, por su alto costo monetario, los asistentes encontraron fascinante la idea de un libro que se desarma en la lectura. Todo partía por un error.
2. ¿Quién es Juan Luis Martinez para ti como ensayista y escritor?
Como escritor, no separo la lectura de la escritura. A Juan Luis Martínez lo veo al mismo tiempo como un poeta de la precariedad y la apertura de los signos. Las imágenes visuales ingresan en su poesía porque nuestra experiencia de mundo también se ha modificado. En el ensayo sigo esa idea de crisis (el libro en su primera etapa de escritura fue terminado el 2014), aunque en la actualidad veo estos asuntos de un modo más amplio, a partir de prácticas visuales más extendidas de lo que habitualmente se reconoce en la literatura chilena. Por otro lado, como he trabajado muchos años como profesor en artes visuales, y me gusta dibujar (más allá de la calidad de los dibujos), las imágenes posibilitan conectarme con la experiencia de la mirada. Creo que el dibujo no está muy lejos del poema; el trazo permite expandir una vivencia del tiempo y los materiales, difícil de explicar con sencillez. Como escritor, me interesan este tipo de escrituras que van desmontando los géneros literarios o mixturan tonos, y se van aproximando a pulsiones poéticas y narrativas que crean formas y figuras. Incluso, el último tiempo me fascina cierto tipo de lírica; es decir, aquella escritura de baja intensidad que abre percepciones en las sutilezas del inconsciente. En este trabajo con el lenguaje se juega una política implícita. De Martínez he aprendido la apertura y el cuestionamiento a los límites; los géneros y disciplinas son lugares de tránsito. “Las palabras callan”, el primer libro que publiqué, puede leerse como poesía, epigramas o sentencias filosóficas, por ejemplo. La segunda edición está diagramada como libro silencio, donde las letras tienden a verse en bruma. “Sala de Espera”, es un libro que incorpora -en algunos poemas- el lenguaje escuchado en la ciudad, reuniendo los diálogos de la memoria individual y colectiva. “Cortes de Escena”, es un libro que contiene poemas en prosa, microrrelatos y alegorías. Hace varios años, he estado trabajando en un diario imaginario y otro de crónicas que conjugan la memoria y la ficción. ¿Qué significa un libro de poesía? Martínez, como otras y otros poetas chilenos, ofrecen un ejemplo de expansión y libertad creativa.
3. ¿Cómo surge la idea de escribir este libro de ensayos: «Juan Luis Martínez: poeta apocalíptico»?
Mi idea fue continuar un libro de filosofía que escribí sobre Lihn, buscando reflexionar acerca de una constelación poética que pone en duda las palabras y las imágenes. Este ensayo conforma una lectura filosófica, en el sentido que se plantea preguntas de poéticas, situadas en Chile. (Y, no solo eso, se trata de dialogar con el trabajo de un artista que vivió en las mismas ciudades donde viví, en la región de Valparaíso). En todo caso el ensayo no quiere abordar un autor, sino plantearse problemas en los límites de los tonos del pensamiento poético, filosófico y visual, desfigurando sus habituales cercos. Además, me interesaba merodear una forma de lectura que profundice las poéticas; establezca conexiones y tensiones en una de las constelaciones de escrituras en la galaxia de la poesía chilena, saliendo de la mirada naturalizada de las generaciones literarias o de la lectura del “campo cultural”. En mi experiencia, creo que el merodeo por las poéticas lleva a mirar la porosidad de las escrituras, a observar las pequeñas secuencias narrativas o líricas como fragmentos de un jeroglífico que no termina de descifrarse. Cuando uno profundiza en una escritura se abren mundos tanto como lector y escritor. Todo se vuelve frágil y potente al mismo tiempo.
4. ¿Cuéntanos sobre el libro que ya no existe?
El libro comienza con un prólogo de Pablo Oyarzún, luego viene el ensayo de más de doscientas páginas, que da paso a una antología que incluyó la editorial. El libro intenta articularse como una escritura literaria que cumpla con el rigor filosófico y, a su vez, expanda formas de escrituras donde las derivas sean tan importantes como la configuración de ideas y problemas. Digo “intenta”, porque siempre se trata de una expectativa. En su primera versión tenía un título diferente -modificado a sugerencia de la editorial-, muchas notas al pie y una bibliografía extensa que fue reducida, a solicitud de la editorial, para no saturar al lector. El título propuesto parece ahora performativo. Es lamentable todo lo que ha pasado; pensé que uno de los aportes de este libro -junto al de Lihn, porque plantean una continuación de problemas- podría ser colaborar en establecer un puente entre la poesía y la filosofía en Chile. Creo en la idea que me han dicho algunos amigos mapuche: todo es pensamiento.
5. Sabemos que has sido denunciado por la hija del escritor Juan Luis Martínez junto al director de la casa editorial, el editor, el diseñador y la universidad de Valparaíso por la familia y la Fundación Juan Luis Martínez a pasar 1080 días en la cárcel, además de tener que pagar cifras de dinero medidas en UTM por ser el escritor de este libro. Cuéntanos cómo ha ocurrido todo esto. ¿Consideras que esta situación vulnera el derecho a la libertad de creación e investigación?
Esta pregunta contiene diversas perspectivas. En primer lugar, se trata de dos procesos legales: una demanda entre la fundación y la editorial, y una querella penal a personas donde se incluye al autor, los editores y el diseñador. Hay personas que no saben que solo soy el escritor del ensayo y creen que hice un plagio, mientras el lío es por el uso de las imágenes de la antología. (El concepto de “plagio”, incluso, es interesante de pensar en los procedimientos del arte contemporáneo) No entiendo de asuntos legales, pero efectuar una querella criminal sienta un pésimo precedente para escritores e investigadores, en la medida en que pueden mantener a una persona durante dos años o más en un litigio, ya sea por un ensayo o montaje poético. Así, se puede acallar un trabajo creativo o reflexivo -sin querer separar estos dos planos-, limitando las lecturas posibles de una obra. Hay que conseguir un abogado, estar atento a los vericuetos de una demanda y todas las tensiones que provoca esta circunstancia. Imagina salir en los diarios por esta noticia. Por otro lado, están los aspectos poéticos de esta discusión. Como me escribió una persona desde el punto de vista de la teoría del arte (no quiero dar nombres para no exponer a nadie en un lío), es paradójico que se demande por la propiedad de las apropiaciones que hizo un escritor del montaje. En este caso, ¿Martínez tendría que haber sido demandado por todas las referencias empleadas? El dibujo de la portada es el que hizo Verlaine de Rimbaud, por ejemplo. La noción de “obra de arte” es anterior a la primera mitad del siglo XIX; hace casi cien años Walter Benjamin hablaba de este giro de la función del arte a partir de la reproducción técnica, con el surgimiento de la fotografía y el cine. El montaje reutiliza materiales en una época de la ruina, donde las nociones del tiempo, el espacio y la materia han cambiado radicalmente desde el siglo diecinueve. El arte de la postproducción habría sido amenazado en Chile bajo esta premisa de las bellas artes, en lugar de la visualidad. Un artículo señala la situación absurda de que en esta concepción solo se podría referenciar los libros con el papel y la tipografía original. Desde otro ángulo, en los últimos días, ha surgido una discusión interesante sobre el elitismo cultural, considerando lo que ha pasado en Chile desde el 18 de octubre. En el ámbito de las artes visuales también están sucediendo modificaciones, en el sentido de que hay artistas jóvenes que se resisten al “glamour” de las avanzadas del mercado visual, para crear desde la cotidianidad y sus comunidades interrupciones políticas. Con lo sucedido en este caso específico, me dijeron que algunas personas querían salir a pegar afiches de La nueva novela en Valparaíso y en Facebook comenzó a difundirse el pdf del libro. Una poeta señalaba que hubiera preferido la edición de La nueva novela popular, en vez de la traducción al francés para un museo en Europa. A modo global, quizás habría que observar lo que está pasando en este plano social sobre el lugar del arte entre las avenidas libertad y democracia, sin arriesgar un veredicto.
6. ¿Qué piensas de la Fundación Juan Luis Martínez, los editores del libro y la Universidad que publicó tu trabajo?
Vivo hace más de cuatro años en Valdivia, en el sur de Chile. No estuve en las negociaciones de las imágenes del libro entre el representante y la editorial. No conozco personalmente a los integrantes de la Fundación, salvo fugazmente cuando me invitaron a presentar dos libros: El poeta anónimo, y luego, La nueva novela anotada, que terminó siendo retirada. En esta presentación, conversé un rato con la viuda. No supe del pacto de silencio que, según Ricardo Cárcamo, hicieron posteriormente por las anotaciones. Siempre quise preservar una lectura independiente siguiendo la tachadura del autor; como poeta, no me interesan las fuentes sino los efectos de una escritura hecha de montajes. La Universidad de Valparaíso, es el lugar donde estudié la licenciatura en filosofía, me reconozco en los estudiantes y en algunos profesores con los cuales mantengo una relación; hice clases en el pregrado y postgrado en filosofía. Publiqué mi primer libro en la Universidad de Valparaíso -en una coedición con RIL- cuando Ennio Moltedo era el editor. Sobre los actuales editores, mantuve conversación con Ernesto Pfeiffer, respecto del cual tengo una muy buena opinión personal. En general, la editorial ha publicado libros con una hermosa factura y en un precio adecuado a los ingresos de la mayoría de los chilenos. Cristian Warken, el director de la editorial, vino a la presentación en Valdivia, donde hizo la entrevista en agosto de 2019, antes del 18 de octubre, que marca un quiebre en la última época en Chile. Menciono esto porque en octubre me desligué de la desazón por lo que estaba pasando con el libro, que fue sacado de librerías a la semana de distribuirse, para concentrarme en un trabajo en conjunto con poetas de Valdivia reuniendo testimonios. Supuse que la decisión de la editorial de sacar el ejemplar de circulación debiera haber sido suficiente como para que llegaran a un acuerdo, y que pronto pudiera volver a librerías. Pero no fue así.
7. ¿Qué es lo que vas a hacer si es que la demanda prospera?
No lo sé. Me da pudor todo este asunto. No quiero aparecer como víctima en un país donde las personas perdieron los ojos o están encarceladas por salir a manifestarse. Creo que sería una muestra más de que el derecho no se aviene habitualmente con la justicia, como sucede en general en Chile. Espero que prime la antigua concepción del “sentido común” frente a lo insólito de este caso.
8. ¿Qué recomiendas a otros escritores y ensayistas que están produciendo libros sobre autores que estudian?
El estudio es una deriva de la pasión. Es también un modo de la escritura que se integra con la creación. Broch, creo, tiene un libro que se llama “Poesía como investigación”. Por lo tanto, no podría decirle muchas cosas a escritores y ensayistas; lo que sí llama la atención en Chile, es que las diferentes maneras de recepción se tienden a asimilar como una sanción autoritaria, cuando la lectura -como dice Kluge- es también una forma de reparación. Ojalá que este caso sea una excepción y no configure el precedente para una norma o costumbre.
9. Algo más que quieras agregar.
Estoy profundamente agradecido por el apoyo desde el principio de amigos y amigas, los mensajes y la carta que firmaron más de cuatroscientas personas. A modo de broma, conversamos con un poeta amigo que con esto no podré pelar a nadie -como se dice en nuestro país-; el deporte cultural de nosotros, los chilenos.
En este link podemos firmar la carta de apoyo al escritor chileno Jorge Polanco:
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